Los riñones tienen diversas funciones de gran complejidad e importancia dentro del conjunto de nuestro organismo. De entre ellas, cabe señalar la funciones de filtrado y limpieza de la sangre, manteniendo el equilibrio de las diferentes sustancias que hay en ella. Asimismo, eliminan el exceso de líquido y las toxinas mediante la producción de orina, contribuyendo de manera determinante en el control de la presión arterial. Además, los riñones regulan la actividad sexual y evitan la anemia, pues liberan tres importantes hormonas:
- La eritropoyetina, o EPO, que estimula a la médula ósea para producir glóbulos rojos.
- La renina, que regula la presión arterial.
- El calcitriol, la forma activa de la vitamina D, que ayuda a mantener el calcio necesario para los huesos y para el equilibrio químico normal del organismo.
La función renal, por tanto, es vital para el organismo. Una reducción leve de la misma, hasta un 30 ó 40%, es difícil de percibir. Pero una reducción mayor, en torno a un 70 u 80 %, provoca graves consecuencias para el organismo y para la supervivencia se hace necesario someter al paciente a diálisis, un tratamiento extrarrenal que limpia la sangre de las toxinas generadas, del exceso de agua y electrolitos, o realizar un trasplante renal.
Las nefropatías, enfermedades del riñón
Las enfermedades del riñón, en general, se conocen como nefropatías. Tienen una evolución variable, pudiendo afectar la función renal de forma más rápida o de manera más lenta. El concepto enfermedad renal crónica (ERC) es un término genérico que caracteriza a un conjunto de enfermedades heterogéneas que afectan la estructura y función renal. La variabilidad de la expresión clínica se debe a factores como su etiopatogenia (origen de su desarrollo), la estructura del riñón afectada (vasos, túbulos, glomérulo o intersticio renal), su severidad o el grado de progresión.
¿Qué estilo de vida debo llevar si tengo una enfermedad renal?
Los pacientes renales deben llevar un estilo de vida donde el ejercicio físico, la dieta y la ausencia o limitación de hábitos tóxicos (consumo de alcohol o tabaco), se aúnen para mejorar su calidad y esperanza de vida.
Las recomendaciones dietéticas deben ser individualizadas según la función renal de cada paciente y la posible existencia de otras patologías concomitantes, así como adaptadas a los gustos y hábitos de cada persona. El objetivo de la dieta debe ser lograr un adecuado estado nutricional y compensar los déficits producidos por la enfermedad renal, manteniendo un equilibrio de electrolitos, minerales y líquido en casos de ERC o diálisis.
Las necesidades energéticas son similares a la población general: aproximadamente 35 kcal/kg/día (lo que equivale a 2100 kcal para una mujer de 60 kg y 2600 kcal para un hombre de 75 kg). En relación a los macronutrientes, los hidratos de carbono deben aportar entre 45 y 55% del valor energético total (VET) del día. Por otro lado, las grasas deben contribuir con el 35 o 40% del VET, debiendo ser en su mayoría grasas insaturadas. En relación al consumo de proteínas, la restricción proteica puede retrasar y minimizar el síndrome urémico (caracterizado por un nivel anormalmente elevado de desechos nitrogenados en la sangre), retrasando a su vez la progresión de la insuficiencia renal. La cantidad adecuada de ingesta proteica está relacionada con el peso del paciente; en pacientes con ERC es de 0,6-0,8 g/kg de peso, debiendo ser el 50% de las cuales de alto valor biológico, es decir de origen animal, y el otro 50% de origen vegetal. En pacientes con ERC en hemodiálisis la ingesta proteica puede incrementarse hasta 1,2 g/kg de peso para favorecer un adecuado balance proteico y evitar el desgaste calórico-energético y lograr un adecuado estado nutricional.
Respecto al consumo de sal, la recomendación para la población general es de una cantidad diaria menor de 6 g de sal (equivalente a 2.4 g de sodio). En fases iniciales de la enfermedad renal, sólo se recomiendan dietas hiposódicas en caso de hipertensión, edema o insuficiencia cardiaca. En estados avanzados de ERC se deben llevar unas recomendaciones dietéticas sobre el sodio, fósforo, potasio y proteínas, adecuadas a cada paciente.
Con respecto a los hábitos tóxicos como el tabaquismo o el consumo de alcohol, los pacientes fumadores deben saber que se han evidenciado numerosos efectos beneficiosos del abandono del hábito tabáquico sobre la función renal. Por lo que éste debe ser un objetivo de primer orden en el manejo de la enfermedad. Con respecto al consumo de alcohol, no se considera dañina una ingesta moderada de mismo, como en la población general, lo que supone unos 12 a 14 gramos de etanol, (aproximadamente 300 cc de cerveza o 150 cc de vino). Pero se ha de tener en cuenta la cantidad de líquido que aporta, y el contenido en azúcar, sodio, fósforo y potasio, que se llegan a limitar en muchos pacientes según el grado de insuficiencia renal que presenten.
Como conclusión, se puede afirmar que la dieta del paciente renal en gran medida forma parte del tratamiento de la enfermedad y debe ser controlada y ajustada por el profesional sanitario responsable. Desde Esencia de Salud animamos a todos aquellos pacientes renales a seguir una dieta adaptada a sus necesidades, con responsabilidad y a la vez con buena dosis de optimismo.